AUEL, Jean M., El Clan del Oso Cavernario. Serie: Los hijos de la Tierra - 1. Traducción: Leonor Tejada Conde-Pelayo. Ed. digital: Titivillus. 2011. |
El
Clan del Oso Cavernario es la primera novela de fantasía histórica publicada por primera vez en 1980 y que inicia una hexalogía de la serie Los hijos de la Tierra, ambientada en la prehistoria, concretamente en la Europa del Paleolítico durante el último período
glacial, haciéndolo a través de las vivencias de una niña cromañón que cohabita
con otra especie humana, los neandertales.
Por tanto, se trata de la dramática historia en la que Ayla, de cinco años, se ha quedado huérfana tras un terremoto y después de sufrir heridas considerables por un león cavernario, es encontrada medio muerta por un clan neandertal (el Clan del Oso Cavernario) que
busca una nueva cueva tras haber perdido la suya en el mismo terremoto que dejó
huérfana a Ayla.
La novela describe muy detalladamente la compasión que despierta en la curandera (Iza), una indefensa niña a punto de morir, y su necesidad de adoptarla como hija haciendo uso de su posición dentro del clan. Tras ser aceptada y otorgársele un tótem, la autora va describiendo cómo poco a poco, la figura de esta curandera junto a su hermano el mog-ur (chamán) consiguen establecer una comunicación con la niña que la permite ser instruida en las costumbres del grupo, en los modales, en las funciones que se espera que haga una mujer, en la forma de hablar a través de gestos fundamentalmente, pero a medida que la niña va creciendo, su adaptación se va haciendo más difícil y está impregnado de muchas reticencias, ya que las diferencias entre Ayla y el resto del clan son cada vez más evidentes, no sólo por su aspecto físico, sino también por su capacidad y forma de pensar, que la hacen a ella más adaptable a los cambios y sobre todo a dar con soluciones a problemas que por tradición en el clan se resolvían de una manera más primitiva y a lo que no todos tenían la misma capacidad para resolverlos.
La adaptación de Ayla a las costumbres del clan siempre está sujeto a unas normas patriarcales, en donde la mujer ha de ser sumisa y servir solamente y cada miembro varón tiene una función concreta que hace que se necesiten unos a otros. Sólo la caza, una actividad reservada exclusivamente a los hombres, es el motor de guía que les empuja a crear técnicas más complejas, ideando estrategias para cazar según el tipo de animales o en el uso de armas y herramientas cotidianas.
La adaptación de Ayla a las costumbres del clan siempre está sujeto a unas normas patriarcales, en donde la mujer ha de ser sumisa y servir solamente y cada miembro varón tiene una función concreta que hace que se necesiten unos a otros. Sólo la caza, una actividad reservada exclusivamente a los hombres, es el motor de guía que les empuja a crear técnicas más complejas, ideando estrategias para cazar según el tipo de animales o en el uso de armas y herramientas cotidianas.
Al ser un clan basado en unas rígidas normas patriarcales, la mujer no puede cazar, sin
embargo, Ayla mediante la observación y el ensayo-error, aprende en secreto a usar la honda en un
intento de ayudar de alguna manera al clan matando a carnívoros que les roban
la caza de vez en cuando, lo que la lleva a vivir una serie de experiencias traumáticas, solitaria y sin la protección del resto del clan, pero
sus ansias de vivir de nuevo le estimulan hacia la supervivencia, una supervivencia que no está exenta de peligros, sino que también está llena de miedos y fobias.
La novela pone de manifiesto el recelo que algunos de los miembros del clan tienen al cambio y a lo que es diferente a su tradición, hecho que será el problema más difícil de sobrellevar por Ayla.
La novela pone de manifiesto el recelo que algunos de los miembros del clan tienen al cambio y a lo que es diferente a su tradición, hecho que será el problema más difícil de sobrellevar por Ayla.
También se destacan como importantes los rituales de distinto tipo en la forma de concebir la vida, el dolor de la pérdida de un ser querido, la concepción de la fertilidad, la protección de un tótem, etc, temas que a través de la novela dejan como telón de fondo una ambientación muy lograda sobre estas culturas primitivas.
Esta novela vio por primera vez la luz en 1980. Su autora,
la estadounidense Jean Marie Auel, consigue unas narraciones ambientales muy conseguidas,
gracias a la meticulosidad de su trabajo de investigación, transmitiendo no sólo la historia concreta
de Ayla, sino también la historia en la que el hombre neandertal era una especie que vivía
de la tierra, que estaba sujeto a unas costumbres y a una cultura tradicionales
que regían su forma de entenderlo todo y que su forma de vivir estaba
preestablecida en una serie de funciones adaptadas a una supervivencia en grupo,
en un medio hostil y frío, a finales de la era glacial.
Su detallismo y amplio conocimiento de diferentes técnicas
de trabajo, como por ejemplo con la piedra, son otra de las cosas que su autora consigue
desentrañar y transmitir de una forma entendible, ya que su
investigación para la novela le lleva a instruirse en formas de supervivencia
como encender un fuego, aprender
sobre plantas comestibles, técnicas primitivas de curtir una piel o tallar
piedras para crear herramientas, etc.
Por último, Jean logra transmitir de una forma muy descriptiva
no sólo las ideas sino también la progresión de esa evolución en los procesos
de pensamientos que desarrolla la protagonista y algunos de los personajes secundarios de la historia, con la dificultad que entraña el hecho de que los personajes
sean personajes que se comunican a través de algunos sonidos y sobre todo con
el lenguaje corporal y por signos.
En definitiva, es una novela que logra transmitir un período
de coexistencia entre especies humanas avocadas a sobrevivir una y a
extinguirse otra, a acercarnos tradiciones, violencia, ambición, odio y envidias... en definitiva, las miserias que el ser humano ha arrastrado a través de su puesta en escena dentro del mundo a pesar de su evolución.