13 abr 2015

Enrique VIII de Inglaterra


Aprovechando una de las sátiras que visité en las fallas pasadas, que remontaban al siglo XVI las confrontaciones de los españoles e ingleses, concretamente al trío que se formó entre Catalina de Aragón, Enrique VIII y Ana Bolena, he decidido dedicar unas líneas que trataran sobre una parte de este episodio de la historia, ya que gracias al conocimiento que las ciencias modernas nos prestan, hoy día se pueden aclarar cuestiones que por aquel entonces estaban veladas o eran desconocidas médicamente.

En el caso del que nos ocupamos, hablamos de las dinastías de York y Lancaster, que durante tanto tiempo estuvieron en conflicto, unificadas bajo la casa de los Tudor. Y al otro lado, nos encontramos con la dinastía de los Trastamara, con un gran prestigio internacional por aquel entonces. Pero quienes eran unos y otros, obedecen más que nada al intento de sobrevivir en el poder mediante la descendencia.

De esta forma, ya en un primer intento de unir la casa de los Tudor con los Trastamara se hace con el enlace matrimonial del primer hijo varón de Enrique VII, Arturo, y la quinta hija de los Reyes Católicos, Catalina de Aragón.

A pesar del largo tiempo que tardó en realizarse las negociaciones de dicho compromiso, apenas unos meses después del casamiento y tras unas fiebres, Arturo muere dejando viuda a Catalina y sin descendencia, dejándola en manos del monarca inglés todavía interesado en estrechar parentesco con los Trastamara, pero quedando reducida entonces a una situación económica engorrosa de dotes, pues si se producía un nuevo casamiento, Catalina debía aportar una dote que su por entonces viudo padre, don Fernando no podía sufragar en aquellos momentos tras su guerra con Italia.

Y tras siete años, la infanta permanece en tierras inglesas a la espera de un nuevo acuerdo que selle su destino, que se vio precipitado tras la muerte de Enrique VII, a quien le sucedió su hijo Enrique VIII que se casa con ella, tras una dispensa papal.

Nada hace presagiar lo que el futuro les aguardaría entonces, ya que ambos jóvenes parecen complementarse en sus funciones reales, pero no así, el tiempo va haciendo mella en lo que concierne a la sucesión al trono, ya que Catalina a pesar de quedar embarazada repetidas veces, no consigue que ninguno de sus hijos varones alcance la edad adulta, sobreviviéndole tan sólo una hija, María, la futura María I de Inglaterra.

Sin embargo, reducir toda esta parte de la historia que dura 18 años de matrimonio entre dos personas cuyos intereses se han visto afectados por el deseo natural como el hecho de tener hijos varones en una corte donde se podría cuestionar la continuidad de la casa Tudor en el trono real, no es de extrañar que el rey buscara consuelo en otros brazos cuando la relación se ha ido enfriando a golpes de perder lo que podría haberles dejado unidos para siempre: tan sólo un hijo varón sano... algo que nunca llegó.

Decir lo humillante que pudo ser todo esto cuando alcanza el dominio público en una corte donde se ha de mantener la integridad de la figura real es quedarse corto, así que Catalina termina abandonando la corte, no así sus responsabilidades para con la Corona, y Enrique, menos hostigado por la culpabilidad, encuentra satisfacción en ello, ya que le deja más libre para sus escarceos amorosos.

Pero el carácter de la reina, que se siente abandonada y cada vez más cerca del repudio, es capaz de superar las adversidades que la vida le puso, con un orgullo y un implacable tesón y paciencia que bien le valieron las palabras con las que Shakespeare la describió "Reina de todas las reinas y modelo de majestad femenina". Su vida desde entonces la condujo a la defensa de su integridad y de su honor, un valor tremendamente poderoso cuando en ello va también implicado el de su única hija.

Así, mientras Enrique VIII busca con desespero una forma de anular ese enlace real, Catalina medra en la forma de presionar a la Iglesia para evitar dicha disolución en la que fervientemente cree y que considera que ha de estar bajo el amparo de su férrea fe católica, lo que tras varios años, termina por desviar la fe del monarca inglés hacia otras ideas que podrían favorecer más su causa, por lo que Enrique VIII termina rompiendo con la Iglesia Católica y funda la Iglesia Anglicana, que le reconocía a él como jefe supremo de la misma y por tanto, le daba autoridad para anular su primer enlace matrimonial y validar el que había hecho con Ana Bolena, despojando del título de Reina a Catalina de Aragón para dárselo a su segunda esposa, quien ya iba a dar pronto a luz al primer hijo de ambos, que también fue niña, la futura Isabel I de Inglaterra.

Sin embargo, tampoco con esta reina llegó el ansiado hijo varón y tras tres años de matrimonio y varios abortos, Enrique comienza de nuevo a buscar consuelo en otros brazos y como el primer divorcio fue tan largo, opta por una nueva estrategia menos tediosa y comienza a fraguar con ayuda de los que fueran rivales de los Bolena, nuevas intrigas que le permitieran deshacerse de su segunda esposa, llegando a inventarse probablemente cargos de brujería o adulterio fraternal, lo que implicaba esto último, traición, quedando la vida de la reina condenada a muerte, eligiendo el monarca que esta sentencia se produjera por decapitación.

Tras Ana Bolena, le siguió un tercer enlace matrimonial con Jane Seymour, pero apenas duró con vida tras darle un hijo varón, Eduardo VI. Pasado un tiempo desde su enviudamiento, Enrique VIII accedió a su cuarto matrimonio con Ana de Cleves, casi obligado dada la frágil salud que parecía tener su hijo, quien moriría con apenas 16 años. Pero este cuarto enlace apenas duró un año y alegando que nunca se llegó a consumar dicho matrimonio, tanto Ana como Enrique VIII llegan a un pactado divorcio que vuelve a dejar libre al monarca, quien vuelve a contraer nupcias con una joven cortesana, Catalina Howard.

Pero dada la edad y el deterioro que el monarca ya sumaba, y la juventud de la nueva reina, los problemas se agravan cuando presentan al Rey la evidencia de que su mujer lo engaña, convirtiéndose de nuevo en un caso de traición y siendo también condenada a la decapitación.

Por último, vuelve a casarse con Catalina Parr, con la que terminará hasta el final de sus días.

Como se puede apreciar, la historia de este monarca, con el patrón de embarazos de sus mujeres y todos los abortos que padecieron, hacen pensar que algún problema debió de haber. Por eso, cuando al principio os decía que el conocimiento que las ciencias modernas nos prestan su ayuda, es por que los estudios más contemporáneas explican este problema, sugiriendo que Enrique VIII padecía el síndrome de McLeod, es decir, una alteración genética que afecta a la sangre, al cerebro, y al sistema nervioso entre otros, lo que hizo inviable que pudiera tener hijos varones y los pocos que tuvo, padecieran una frágil salud que les hiciera morir a edades muy tempranas. Por eso, comprobar una historia así, resulta triste por todo el desenlace que tuvo. Al fin y al cabo, esta historia se ha estudiado por las implicaciones que ha tenido en el futuro de Inglaterra, ya que supone la unión de Inglaterra con Gales, la ruptura con la Iglesia Católica Romana, la fundación de una Iglesia que reconoció a su monarca como jefe supremo y los intereses que se derivaron de este cisma. 

Pero la historia, desgraciadamente, está llena de casos anónimos en los que una enfermedad así, puede cambiar el rumbo de la vida de sus protagonistas, no así el de un país, pero eso no excluye la importancia de cada caso para quienes la han padecido.

APÉNDICE: 

1. Las mujeres de Enrique VIII:

Mujeres de Enrique VIII - http://elrinconcitodelahistoriadora.blogspot.com

2. Descendencia de Enrique VIII.

Descendencia oficial de Enrique VIII - http://elrinconcitodelahistoriadora.blogspot.com

Al margen quedan los supuestos hijos o hijas ilegítimos que se le atribuyen a Enrique VIII.

3. Árboles genealógicos:

Linaje de los Tudor - http://elrinconcitodelahistoriadora.blogspot.com

Linaje de los Trastamara - http://elrinconcitodelahistoriadora.blogspot.com

4. Ocupación al trono inglés desde Enrique VII e Isabel de York hasta el fallecimiento de Enrique VIII: 1485 - 1547.

Ocupación del trono inglés desde 1485 a 1547 - http://elrinconcitodelahistoriadora.blogspot.com

5. Podéis acceder desde la foto de más abajo a las fotografías de la Falla Sueca-Literato Azorin de 2015, en la que se hace una sátira sobre Enrique VIII, Catalina de Aragón y Ana Bolena y cuyo nombre es Spanglish.

Spanglish

Y ahora podéis ver la sátira en YouTube:



MUCHAS GRACIAS!!

MUCHAS GRACIAS!!
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